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El machismo, factor principal del feminicidio

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Observamos un collage de fotografías editadas que recrean una imagen abstracta, acompañadas de una frase que hace referencia a las acciones del machista.

Según el MIMP (Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables), 2018 fue el año en el que se contabilizó más casos de feminicidio en  Perú, exactamente 149 mujeres asesinadas. La gran cantidad de los agresores fueron convivientes de la víctima. Un dato importante de recalcar es la cantidad de asesinadas, 105, que no denunciaron a sus parejas de las constantes agresiones que recibieron antes de su muerte. Durante el presente año, se han registrado 142 víctimas, lo que demuestra que todo lo avanzado por el Estado no está dando resultados. La presencia de tantos casos de feminicidio en la actualidad se debe a la cultura machista en la cual vivimos.  En este texto, se explicará cómo el machismo, creado por la sociedad, llega a ser el factor principal que causa el feminicidio.

 

El machismo es un problema social. Según Carmen Lugo, se define como la expresión de magnificación del sexo masculino en desventaja a la constitución, personalidad y esencia femenina. Este originó que el sexo femenino sea significado de debilidad y amaneramiento. Este factor es motivado por los estereotipos de superioridad que se les otorgan a los hombres en la sociedad. Octavio Giraldo, en la Revista Latinoamericana de Psicología, describe el perfil del machista. Él lo califica como una persona heterosexual, que debe demostrar y resaltar siempre su capacidad fálica. También, es celoso, porque cree que tiene el poder de ser dueño y protector de la mujer, por lo que llega a decidir incluso la forma de cómo acabar con su vida. Por último, se siente seguro que debe de conquistar sexualmente a la mujer, por lo que, en muchas ocasiones, la agrede para lograr complacerse. El autor concluye, tras su descripción, que el machista sufre de un complejo de inferioridad, debido a que vive en un constante miedo y preocupación excesiva por perder su superioridad y masculinidad. Por último, este psicólogo hace referencia al papel que toma el soporte cultural en el machista. Este rol comienza desde las prácticas que aprendemos en la crianza y en las instituciones culturales, las cuales forman el complejo de machismo desde la temprana edad. Este complejo, también, es formado por los estereotipos de género que todavía son persistentes en nuestra sociedad. Según Blanca González, estos estereotipos se aprenden en los primeros años de vida de la persona mediante los factores culturales de la sociedad y en  el contexto social en donde crecemos. Estos estereotipos se pueden dividir en cuatro. En primer lugar, tenemos el autoconcepto o autoconfianza, que se basa en asignar roles y actividades tanto a hombres y mujeres de manera estereotipada. Luego, está el estilo atribucional, que se produce cuando se diferencia estilos atributivos según el sexo; los hombres tienden a atribuir sus fracasos a causas externas y sus éxitos a factores internos. Las mujeres, en cambio, suelen sentirse más responsables de sus fracasos que de sus éxitos. En tercer lugar, se encuentra la forma de cómo ellos afrontan los fallos, sintiéndose superiores hacia los resultados de la elección de tareas y roles asignados; ellas, por lo contrario, aprenden de los fracasos de una manera indefensa. Por último, tenemos la expectativa y valor, que hace referencia cuando suelen conseguir un logro en las tareas asignadas, se motivan por el éxito y esquivan los fracasos.

 

Por otro lado, los machistas llegan a la violencia constante para conseguir lo que quieren de su víctima. La autora Milagros Begazo, en su tesis, define la violencia contra la mujer, como todo acto que provoca daño físico, psicológico y sexual cometido contra el sexo femenino. Por ese motivo, la violencia contra este género es un problema social de salud pública y actualmente es un delito. Begazo clasifica la violencia contra la mujer en tres tipos. En primer lugar, la violencia física es la más común hoy en día; esta es todo daño visible o no contra la mujer, que puede llevar al agresor hasta cometer un homicidio. En segundo lugar, está la violencia psicológica, que es difícil de percibir y está ceñida a la intimidación y fuerza moral que transmite el agresor hacia su víctima, lo que origina un temor o sufrimiento grave si se niega a sus pretensiones. Por último, la violencia sexual es todo acto que se da contra el cuerpo y la sexualidad de la mujer. Las constantes muestras de violencia provocan que el agresor decida cómo acabar con la vida de su víctima, por lo cual se convierte en un criminal por feminicidio. Según la autora, el feminicidio se ha convertido en una problema social, político, cultural y es un problema del Estado. 

 

En conclusión, el machismo se puede considerar el principal factor por el cual se comete un feminicidio. El machista comienza aprendiendo de lo que ve en su entorno familiar y educativo. Los machistas se desarrollan con complejos otorgados por la sociedad creyendo que es normal el tipo de violencia que puede realizar contra la mujer. En mi opinión, si se produce acoso o violencia, se debe denunciar el hecho. El feminicidio sigue en aumento en nuestro país. Es hora de adecuar la educación y la enseñanza en el entorno familiar, para así desarrollar personas más conscientes en el mundo actual.

FALTA DE EDUCACIÓN CON IGUALDAD DE GÉNERO EN PERÚ COMO FACTOR CAUSANTE DE LOS FEMINICIDIOS

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En diciembre de 2018, Marisol Estela Alva fue asesinada por su pareja, un suboficial del Ejército. Esta joven de 25 años fue encontrada en un descampado. La apuñalaron en el cuello, le echaron ácido y colocaron su cadáver en un cilindro que llenaron de cemento. Marisol vivía sola en Lima desde hace diez años. Dejó a su familia en su natal Cajamarca con la promesa de convertirse en profesional, por lo que estudió la carrera de Enfermería en el Instituto Superior Arzobispo Loayza. De acuerdo con testigos, el hombre mantenía una relación tormentosa con la víctima desde hace seis años. Esta versión fue corroborada por la madre del principal sospechoso, quien fue testigo de escenas de celos por parte de su hijo. El caso recibió apoyo del MIMP (Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables) y de los medios de comunicación, pero, en la actualidad, no es resuelta. Si bien, en abril del presente año, se dictó 9 meses de prisión preventiva contra él, hasta el momento, el asesino de Marisol sigue con paradero desconocido. Frente a este hecho tan indignante, en este texto, se explicará la falta de educación con igualdad de género que producen la persistencia de los casos de feminicidios en nuestro país. 

 

El feminicidio es una problemática generada por múltiples factores, pero uno de los más relevantes es la falta de educación con igualdad de género. En Somos Iberoamérica (2018), el profesor asociado Omar Huertas Díaz, encargado de coordinar el trabajo de análisis documental, evidencia que, en los casos llevados de feminicidio, existe escasa efectividad al penalizar este problema en países latinoamericanos. En algunos países de esta región, se observa que las cifras de violencia aumentan. Al respecto, afirma en implementar medidas de prevención educativas que reestructuren las nociones culturales que han legitimado por siglos la violencia contra la mujer, que origina su muerte. “Necesitamos educar a la familia, a los periodistas que trabajan en los medios de comunicación, a los maestros en las instituciones escolares, e incluso a las madres”, indicó Huertas. De esta cita, se puede inferir que la educación es un factor necesario para reducir los problemas de violencia contra la mujer. Por ello, en abril del presente año, en Perú, se aprobó un enfoque con igualdad de género. Este enfoque básicamente significa que todas las personas tienen el mismo potencial para aprender y desarrollarse. Se entiende por igualdad de género a la valoración igualitaria de las diferentes conductas, aspiraciones, y necesidades de mujeres y varones. Esta definición en la currícula escolar nacional de nuestro país nos dice que los derechos, deberes y oportunidades de las personas no dependen de su identidad de género, y, por lo tanto, todos tienen las mismas condiciones y posibilidades para ejercer sus derechos. Sin embargo, existen agrupaciones que se oponen a que esta currícula sea implementada en los centros educativos. Por ejemplo, está el grupo social liderado por padres de familia, autodenominado “Con mis Hijos No te Metas”, quienes consideran que esta currícula contaminará la manera de pensar de sus hijos, desestabilizará el núcleo familiar y homosexualizará al país. Por otro lado, junto a esta asociación, también protestan integrantes de MMM (Movimiento Misionero Mundial), quienes marchan con carteles afirmando que este nuevo currículo inducirá a los menores a tener una "sexualización precoz", porque "se les hablará de sexo desde muy pequeños" o que se les va a "homosexualizar". No obstante, considero que las ideas manifestadas por estas agrupaciones son erradas, ya que simplemente se quiere enseñar que no existe ninguna diferencia entre varón y mujer. A futuro, esta desigualdad podría producir más casos de violencia contra la mujer, lo cual generaría más casos feminicidios.

 

Por otra parte, otra causa del feminicidio se produce en el entorno de la víctima. Dentro de esta, podemos encontrar el entorno familiar machista y el entorno escolar machista. Respecto al entorno familiar,  Agencia Andina conversó con Rolando Pomalima, psiquiatra y director del área de niños y adolescentes del INSM (Instituto Nacional de Salud Mental). Este detalló algunos aspectos claves que provocan que aparezca la violencia como único medio para solucionar problemas de pareja. Dentro de estos aspectos resaltan el “pensamiento machista.” Él indica que el machismo busca el poder. Este poder es consumido por los individuos a través de los medios de comunicación, ya que algunos de estos medios transmiten violencia. Por otro lado, en relación al entorno familiar machista, el Observatorio Nacional de la Violencia contra las Mujeres y los Integrantes del Grupo Familiar  informa a través de un artículo sobre los entornos escolares o educacionales machistas de una víctima. La violencia en las instituciones educativas es grave y preocupante. Tanto niños y adolescentes estudiantes conviven en un entorno que puede convertirse en violento e inseguro. Ello podría  atentar contra su integridad física, psicológica y sexual. Las cifras que nos muestran es de gran magnitud. Según este artículo en relación a la violencia sexual, el 34.6% de adolescentes escolares peruanos reportaron haber sido víctimas alguna vez de violencia sexual. Si esta realidad no cambia, se tendría más casos de violencia que a futuro podría generar feminicidio.

 

En síntesis, uno de los factores que permiten que el problema persista es la falta de educación con igualdad de género en nuestro país. Esto incentiva que no haya equidad entre mujer y hombre, y que el segundo piense que tiene poder sobre la mujer. Por ello, es importante que el Estado tome medidas al respecto. Las familias, por su parte, deberían de crear un ambiente de igualdad y respeto, e inculcar esto a sus hijos.

Falla en el sistema de la aplicación de leyes para la protección de víctimas de tentativa de feminicidio y poca efectividad en las leyes que penalizan el feminicidio
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Perú es un país con una enorme diversidad, pero, en particular, destaca más por su diversidad cultural. Sin embargo, aquella diversidad cultural también es una problemática, ya que tristemente en nuestro país siguen persistiendo ciertos pensamientos y conductas machistas estando ya en el siglo XXI. Como consecuencia, aquellos pensamientos y conductas machistas desencadenan los feminicidios. El feminicidio se define como la muerte de mujeres en un contexto de violencia dado en un ámbito privado o íntimo. Nuestro país cuenta con leyes que penalizan el delito del feminicidio, pero este presenta deficiencias en el sistema de aplicación de la ley.

 

El Estado peruano cuenta con ciertas medidas para penalizar el feminicidio, el cual es considerado un delito; en primer lugar, el Código Penal condena con al menos 15 años de cárcel “al que asesina a una mujer por su condición de tal”. Este crimen debe suceder en contextos de violencia familiar, coacción o acoso, abuso de poder o cualquier otra forma de discriminación. La pena de cárcel puede ser de 25 años cuando hay agravantes o puede ser cadena perpetua cuando concurren dos o más agravantes. Por otro lado, en noviembre del año 2017, el pleno del Congreso aprobó la acción de modificar el último párrafo del artículo 57 del Código Penal. Con ello, las penas de cárcel para los agresores de mujeres y de integrantes del grupo familiar no podían ser suspendidas ni reducidas por los jueces, sino que debían ser efectivas, es decir, cumplirse en la cárcel.

 

No obstante, en otros países como Bolivia y Ecuador, las leyes son distintas pero su objetivo en sí es el mismo, tratar de erradicar el feminicidio. En Bolivia, la ley 348, denominada “Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una vida libre de violencia”, tiene como objetivo acabar con la violencia originada por el machismo y otorgar a la mujer una protección integral. En esta se incorpora como delito al feminicidio en el actual Código Penal del país boliviano. Según el Artículo 252 dentro de la ya mencionada ley 348, dictamina que “se sancionará con la pena de presidio de 30 años, sin derecho a indulto, a quien asesine a una mujer, en cualquiera de las siguientes circunstancias: el autor del crimen sea o haya sido cónyuge o conviviente de la víctima; por haberse negado la víctima a establecer una relación afectiva o íntima con el autor; por la víctima encontrarse en situación de embarazo o vulnerabilidad; Cuando previo al hecho de la muerte de la mujer, esta haya sido violentada física, psicológica o sexualmente por el autor del crimen; etc.”

 

Comparando las leyes bolivianas y peruanas que penalizan el feminicidio, la pena de cárcel en el país alto andino es mayor para los culpables y las leyes son más severas; por ejemplo, en aquel país, la pena de cárcel por el crimen de feminicidio es mayor comparándola con la pena de cárcel por el mismo crimen en nuestro país, siendo que, en Bolivia, por asesinar a una mujer, la pena de cárcel es de 30 años y el autor del crimen, al ser hallado culpable, no tiene derecho a indulto. Por otro lado, si comparamos la cantidad de feminicidios al año, en el país boliviano, las cifras son menores a las del país peruano. En Bolivia, en el año 2018, se registraron 111 casos de feminicidio, mientras que, en Perú, se registraron 149 casos de feminicidio, lo cual es alarmante para las mujeres.

 

Considero que esas cifras, tanto en Perú como en Bolivia, indican claramente que algo está mal con el pensamiento, el comportamiento y conducta de los habitantes de ambos países; estos ven a la mujer inferior al hombre, incluso al grado de verla como un objeto. Como conclusión quisiera dejar una opinión respecto a toda esta situación por la que mi país está atravesando actualmente. Los feminicidios siguen y seguirán ocurriendo a menos de que las autoridades a cargo sean más estrictas y severas con respecto a las leyes encargadas de penalizar este tipo de crímenes y, también debe realizar las condenas respectivas para que estas sean justas. Siento que las condenas de cárcel para el autor del crimen de un feminicidio no son suficientes. No siento que sea una condena justa para la memoria de la víctima, que el criminal- aquel que juró que iba a amarla, protegerla, cuidarla y no hacerle daño o tratar de violentarla-pase como mínimo 15 años en la cárcel por haberle ocasionado la muerte en un contexto de violencia y celos enfermizos.

Esta imagen nos muestra claramente de una manera gráfica la desigualdad de género, observando que el sexo masculino tiene más facilidades para poder surgir en lo personal y laboral.

En esta imagen se observa a mujeres en una marcha exigiendo al Estado mayor eficaz en las leyes contra el feminicidio.

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